El olor a quemado y el resplandor de las llamas dominan el paisaje nocturno en el último tramo de la ruta Transpantaneira, en la región norte del Pantanal, un paraíso de la biodiversidad parcialmente reducido a cenizas.
Felipe Maia, empleado en un hotel de lo que hasta ahora era una próspera área de ecoturismo, intenta con una gruesa manguera contener el avance del fuego sobre uno de los numerosos puentes de madera que permiten cruzar los ríos de esta ruta de tierra batida de 150 km, que va de Poconé a Porto Jofre, en el estado de Mato Grosso. Pero con la sequía más severa en 47 años, los riachuelos están secos y las quemadas -habituales en esta época del año- está fuera de control.
Unos 23.500 km2, casi un 12% del mayor humedal tropical del mundo, que abarca también zonas de Bolivia y Paraguay, fueron consumidas por el fuego desde inicios de año.
“Todos los días pasamos por la carretera y cuando vemos un foco de fuego cerca, echamos agua en el puente para evitar que se incendie con las chispas”, cuenta Maia a la AFP tras empapar uno de estos pasos, a pocos metros de un área con varios montículos en llamas.
Además de los bomberos, numerosos equipos de vecinos, funcionarios, dueños de haciendas-posada y guías turísticos “patrullan” los puentes día y noche.
“Es triste. Estábamos pasando por el problema de la pandemia, que en Brasil duró más de lo esperado, y creíamos que tendríamos una buena temporada de turismo, pero llegaron los incendios”, lamenta Roberto Carvalho Macedo, guía de la región que integra la patrulla.
Los satélites del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) detectaron desde enero hasta el 13 de septiembre 14.764 focos de incendio en el lado brasileño de este bioma, un aumento de 214% respecto al mismo periodo de 2019 y un número que ya superó al de todo 2005, que era hasta ahora un año récord.
Animales en “estado crítico”
Macedo pilotó la lancha en la cual un equipo de la AFP recorrió parte del parque estatal Encontro das Aguas, una gran área inundable situada al final de la Transpantaneira. Serpenteada por varios ríos, concentra una gran variedad de animales: aves, yacarés, carpinchos, tamanduás y el mayor felino de las Américas: el jaguar.
Un equipo de veterinarios, biólogos y la joven guía local Eduarda Fernandes Amaral pasaron el domingo en busca de un ejemplar herido por el fuego. Pero el jaguar no se dejó ver.
“Todos los animales que hemos rescatado hasta ahora están en estado muy crítico, algunos con quemaduras hasta el hueso”, explica Amaral, que instala bebederos y cestas con frutas para los animales que consiguieron sobrevivir al fuego pero corren peligro de morir de hambre o deshidratados.
Amaral afirma que no es posible saber todavía cuántos animales perecieron, pero calcula que serán pérdidas enormes. “Espero que esto sirva para que la gente abra los ojos y entienda que la biodiversidad de aquí es única. Precisamos conservarla, es muy valiosa”, clama.
Causas y efecto
El desastre del Pantanal se debe en primer lugar a una sequía excepcional. Entre enero y mayo, la temporada húmeda, cayó la mitad de la lluvia esperada y muchas zonas no llegaron a ser inundadas como ocurre en esa época del año.
Pero la sequía no lo explica todo.Según el ingeniero forestal Vinícius Silgueiro, del Instituto Centro de Vida (ICV), “la sustitución de muchas plantas nativas por otras destinadas a pastoreo” debilitó la resistencia de la vegetación.
Las responsabilidades apuntan igualmente al desmonte de organismos de control ambiental puesto en marcha desde la llegada al poder del presidente de ultraderecha Jair Bolsonaro.
Según Silgueiro, la práctica de las quemadas para limpiar el terreno se mantiene debido a la “sensación de impunidad” que impera, debido a “la falta de recursos de los organismos públicos de protección ambiental”.
En la Amazonia brasileña, donde los incendios se deben en su gran mayoría a actividades ilegales, se detectaron este año 62.627 focos, un 10% más que en el mismo periodo del año pasado y el récord desde 2010.